Las relaciones humanas suelen ser frágiles, comparables en ocasiones al cristal, ya que una vez que se quiebran, difícilmente vuelven a ser lo que eran, ya sea para bien o para mal. Este quiebre implica un cambio, una nueva oportunidad para aquellos dispuestos a arriesgarse o, en su defecto, representa la última oportunidad si la decisión es abandonarlo todo.
En este contexto, Fabián y Sebastián se erigen como un claro ejemplo de lo mencionado anteriormente. Su amor intenso, pero desafortunado, careció de medida y cuidado, trascendiendo todas las barreras entre lo físico y lo espiritual. Ambos fueron testigos de la ruptura de lo que más valoraban: su propia relación, un hecho que marcó un punto de no retorno ante sus propios ojos.
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